Es junio de 1980. Alfredo Jaar, tras desertar de Arquitectura en la Universidad de Chile, camina por el centro de Santiago con largos paneles. Arrimado a la sombra de un kiosco, intercepta a los transeúntes y los entrevista. En plena dictadura militar, Jaar quiere que la gente vote. No por el plebiscito de la Constitución de ese año o por elecciones democráticas. Tampoco hay papel o lápiz para votar. No hay línea que marcar. Su voto es un dulce de menta —blanco y redondo— como la bolita de un sorteo de azar.
"¿Es usted feliz?", pregunta. "¿Cuánta gente en Chile estima usted que es feliz hoy?", pregunta en un segundo panel. "¿Y en el mundo?", pregunta Jaar en un tercer panel.
Esta serie de encuestas fue la primera etapa de la serie Estudios sobre la felicidad, una obra de arte experimental en el Chile de la dictadura de Augusto Pinochet, pero para encontrar su génesis hay que remontarse al 11 de septiembre de 1973. Ese día las Fuerzas Armadas derrocan al gobierno de Salvador Allende: los aviones Hawker Hunter bombardean La Moneda, el palacio del poder ejecutivo chileno, mientras Salvador Allende se suicida.
La imagen de La Moneda incendiándose en pleno centro de Santiago golpea a Alfredo Jaar, un joven de 18 años en su primer año como estudiante de Arquitectura. Esa misma imagen es la expuesta por el arquitecto y artista chileno en la primera jornada de la XX Bienal de Arquitectura y Urbanismo de Chile en Valparaíso, inaugurada ayer 26 de octubre.
"Es una imagen muy triste. Aquí cambió la vida para nosotros. Se había acabado el orden democrático", explica Jaar ante una audiencia en completo silencio. Solo se percibe el zumbido del proyector y algunas máquinas en la sala técnica. "Para los artistas y arquitectos la tristeza es inhabitable", afirma el artista. "Es aquí de donde tratamos de cambiar el orden de la realidad que se nos ha dado.
¿Cómo se cambia la memoria?
El golpe de estado cambia el curso de la historia de Chile y a un joven Alfredo Jaar le ronda en la cabeza una pregunta: "¿es posible cambiar el orden de la realidad?". Su respuesta inicial será su primera obra de arte: "11.09.73.12.10.", la fecha y hora de la primera bomba sobre la Moneda. Trabajando con Letraset, la plancha de letras técnicas que usaban los diseñadores gráficos hasta los años ochenta, reemplaza en un calendario los siete días posteriores al 11 de septiembre por un 11. Así, a medida que la pregunta sigue sin ser satisfecha, una semana intervenida pasa a ser un mes y luego, un año. "Impuse al calendario una fecha", comenta Jaar. "Ese es el contexto en el que me encontraba y cómo reaccioné al orden de realidad que se estaba imponiendo”, agrega.
Un año más tarde crea su "primer monumento" cuando descubre que el pintor Pablo Picasso, el escritor Pablo Neruda y el violonchelista Pablo Casals fallecen el mismo año, en 1973. En una hoja de papel escribe cuatro veces el nombre Pablo, como si de tótem se tratara. "¿Cuántos Pablos anónimos habrán muerto durante la represión que siguió al Golpe?", se pregunta Jaar para explicar el cuarto Pablo.
La necesidad por cambiar la realidad llevaría al artista chileno a ser mago. Tras su fracaso y su deserción de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile en 1979, Jaar vuelve al arte y así nace Estudio sobre la felicidad, compuesto por 7 etapas sucesivas desarrolladas en 3 años.
"Obviamente se estaba imponiendo un modelo neoliberal. Era una manera de entender la felicidad. Era mi manera poética de cuestionar el modelo que se estaba imponiendo en ese momento”, explica Jaar. 1980 no solo es el año del plebiscito que a la postre legitimaría la Constitución de Pinochet, sino también a las profundas reformas económicas neoliberales que los denominados Chicago Boys recetaban al dictador tras el golpe de estado.
Ese mismo año, Alfredo Jaar pasa del análisis de datos a los paneles de votación. Y en la siguiente etapa, "retratos de felices e infelices", trabajo expuesto en el Museo Nacional de Bellas Artes, donde felices e infelices son entrevistados junto a set fotográfico con especial énfasis en sus expresiones faciales. La etapa siguiente consiste en presentaciones públicas de felices e infelices en el Instituto Cultural de Las Condes, donde están como "objetos de arte" hasta que alguien se atreve a hacer una pregunta y empieza un diálogo donde nadie puede decir nada. "Todos hablaban en clave, en poesía", explica Jaar.
La etapa siguiente, y más conocida, se compone de una serie de pancartas publicitarias reemplazadas por un fondo blanco y estampado en letras negras la pregunta "¿Es usted feliz?". Afiches que no promocionaban nada. Una valla en la carretera que nada vendía, la corona de un kiosco que ningún diario ofrecía, un paradero del transporte público que no prometía nada, un cartel en la Alameda —la arteria que cruza la capital chilena de este a oeste— que no quería ofrecer nada a los transeúntes que intentaban hacer su vida cotidiana bajo la mirada de la dictadura, militares en las calles y medios de prensa que confundían al unísono. El artista explica:
Pude salir a la calle a hacer la pregunta ya no al mundo del arte que es, como sabemos, muy insular, y tratamos de captar un público mucho más extenso; estaba tratando de surgir (sic) la expresión de gente que no podía expresarse. El artista crea modelos de pensar el mundo. Aquí estaba el modelo de lo que yo quería que mi país fuera en ese momento
El arte no basta
Tras Estudio sobre la felicidad, Jaar se da cuenta que "el arte no bastaba y había que ir más lejos", aunque no supiera cómo. En 1981 la agencia Magnum publica la fotografía de un soldado tocando clarinete en la guerra civil nicaragüense, una imagen que inspira a Jaar a crear Opus 1981 / Andante desesperato performance, un acto registrado en un Betamax, donde el artista aspira y sopla un clarinete hasta "el agotamiento total". "Esta era mi manera de expresar, de gritar, de llorar y de hablar sin palabras", explica el artista.
Décadas más tarde, Opus 1981 inspiraría al movimiento estudiantil del 2011 a resignificar la protesta como forma de expresión en un año caracterizado por la represión, movilizaciones en las calles y la falta de diálogo ante la exigencia de reformas estructurales. En vez del enfrentamiento entre manifestantes y fuerzas especiales de carabineros, cientos de personas se reunieron con instrumentos frente a La Moneda a hacer un ruido ensordecedor sin decir ni una palabra: guitarras rasgadas, flautas reventadas y gritos guturales. Transeúntes y policías confundidos en partes iguales. Según Jaar, esa es "la capacidad de la cultura de afectar cambios es enorme. La cultura crea pequeños cracks en el sistema y a veces estos cracks se amplían por la participación ciudadana".
Tras ganar la Beca Fundación del Pacífico y antes de trasladarse a Nueva York, Jaar presenta "Chile, antes de partir", donde divide Chile por la mitad con mil banderas desde una duna hasta el mar, como “cometiendo suicido”. El artista buscaba reflejar las profundas divisiones del Chile de los años ochenta.
Es justamente esta falta de diálogo es la que me convenció de que tal vez sería buena idea de nuevo volver a lo esencial: "¿es usted feliz?" Creo que mi generación ha fallado. No logramos nada y es el turno de ustedes de hacer los cambios que quisimos hacer.
Antes de finalizar su charla, Jaar presenta un stencil en un muro de Valparaíso con una frase adjudicada a Salvador Allende, pintada en letras rojas: "El ser joven y no ser revolucionario es un contradicción hasta biológica". La presentación se va a negro y comienza un efusivo aplauso que tardará minutos en apagarse. Jaar se frota los brazos como si fuera un abrazo y finalmente se pone de pie.
